lunes, 31 de enero de 2011

Sola

Suena típico que alguien te recuerde lo bien que vives. Puede resultar que resalten tu fortuna. ¿Para qué nos debería servir eso? ¿Para ser más felices? ¿Para entrar en acción? ¿Para seguir, aliviados, cobrar conciencia de nuestra suerte, y continuar? Por mucho que nos acordemos, que comparemos, las desgracias de otros no se van. Nos sorprendería, quizás, conocer cuánta culpa tenemos en este, o en ese asunto desgraciado que afecta a aquellas personas, lejanas, a las que, probablemente, no veremos ni conoceremos. Pero no se esfuma, de verdad que no lo hace. La desgracia sigue ahí, la tristeza y el desamparo no abandonan. Cuando nos preocupamos por un conflicto político, armado, …, ¿por qué nos preocupamos? (el que lo haga). Quizás sea, propongo, porque sabemos que las consecuencias las sufren personas, humanas, como tú, ella, como yo. Personas que sienten, que padecen, y que, no sé cómo,  aguantan. No quiero esa angustia para mí, no la quiero para nadie. Y de esto, precisamente, va el relato que quiero compartir con vosotros.
Cuando lo escribí sí tenía en mente lugar y situación. Luego, pensé que eso era lo de menos, que lo importante eran los sentimientos. Hoy, que quiero encontrar algo de optimismo en todo esto, casi lo consigo. Mi situación era oriente próximo, el conflicto palestino-israelí, aunque no se pueda apreciar. Desalentador, en cualquier caso. Sin posible solución, según algunas personas de las partes enfrentadas. Y entonces llega la noticia: revueltas en Egipto. Revolución democrática del mundo islámico. Personas que salen a la calle y piden cambio, defienden sus derechos, luchan por lo que, sensatamente, creen que merecen. Y leo: Un barbudo con galabeya (túnica) coge el brazo de un joven con una gorra de béisbol. El primero reconoce ser un hermano musulmán. Su amigo muestra el tatuaje de la cruz en su muñeca que le identifica como cristiano. “No importa de qué religión seamos, no importa la clase social, estamos juntos por nuestros hijos. Debéis contarle al mundo lo que estamos haciendo. Mubarak debe marcharse” (El País). Idealista, puede parecer; esperanzador, en cualquier caso, sin duda. Queda esperar un desenlace afortunado para, por lo menos, mi sentido común.
(No quería transmitir tanto pesimismo, no quiero esa carga. Por eso, por si lo olvidábais: quedan cosas bellas.)


Sola

No sé para quién escribo, no sé si esto llegará a algún lugar, ni siquiera sé si lo llegará a leer alguien. Sólo sé una cosa, el motivo.
Me he quedado sola, sola. No encuentro a mi madre, mi padre ya murió, mis dos hermanos acaban de morir... y mi casa, mi casa... ¿Dónde está mi casa?, ¿O debería decir lo que queda de ella? No quiero pensarlo... ¡No quiero! No quiero.

Me dicen que soy diferente. Creo que lo soy. Sí, diría que lo soy. A veces me pregunto cómo es posible que piense así, mientras todos los de mi edad piensan... de otra manera. Creo que poder ir a la escuela me ayudó. No es esto último lo único, está el otro gran motivo de peso, la hermana de mi madre. Emigró a Europa con su familia hace varios años, pero hasta hace muy poco no hemos perdido el contacto con ella. Está en España, o al menos eso es lo último que supe. Nos ha mandado dinero durante mucho tiempo, y lo más importante para mí, sus cartas. En un estado como este, en el fondo, muy en el fondo, no hay nada más valioso que la esperanza y la ilusión. Ella, sin lugar a dudas, nos la transmitía en todas y cada una de sus cartas.
Al principio nos parecía imposible vivir en un lugar donde el sentimiento de cada día no
fuera el odio, la desesperación, el desprecio... más tarde comprobamos que podía ser de otra manera. La realidad en la que mi tía se hallaba no era ni la mitad de cruda que la nuestra. Su pan de cada día era muy distinto, quizá fue por eso que algo dentro de mí cambió, otra vida era posible. Una luz empezó a crecer. La he mantenido y la mantengo en secreto, tan en secreto que a veces hasta olvido que está ahí, como ahora. Para saber por qué la tengo que ocultar no hace falta ser muy inteligente, soy mujer. Aunque, por suerte, pude compartir mis sentimientos y pareceres más profundos con mis hermanos, que supieron comprenderlos, y que siempre lo harán, aunque ya no estén conmigo, aunque su luz se haya apagado, porque, de alguna manera, en su interior ellos también poseían esa luz.

Intento evitar pensamientos de todos estos días que han quedado atrás, lo intento, pero no puedo. No puedo dejar de recordar la cara de aquel niño, aquel que quedó atrapado bajo el muro que una bomba derribó, aquel niño que gritaba entre lágrimas: “¡No quiero morir!”. No puedo olvidar a su familia llorando desconsolada, agitando el cuerpo del pequeño. No puedo olvidar el día en el que mi padre falleció, hace ya tiempo. No puedo olvidar las caras de mis hermanos, sus cuerpos tumbados en el suelo, sus ojos cerrados... era tan parecido a cuando dormían. No puedo olvidar que mi madre ha desaparecido, que no sé dónde estará, ni siquiera si aún estará. Sencillamente, no puedo.
Y en este momento de dolor, ahora, he de enfrentarme a la frialdad de los tiempos. No sé qué es peor, si quedarme tras la oscuridad de algún edificio de los que quedan en pie, o salir hacia la luz y, paradójicamente, encontrarme con la angustiosa realidad, mi realidad. No me cabe en la cabeza que no vaya a volver a ver a mi familia, que mi día a día sea muerte, hambre, tristeza, y por supuesto, temor a lo que pueda pasar.

Te diré lo que me queda. Lo que me queda es ver cómo dos culturas luchan sin sentido, personas que han convivido, que han cruzado sus caras cada día, y que han compartido incluso sentimientos. Observar toda la miseria que se ha apoderado de mi ciudad, observar todos los cadáveres yacientes a mi alrededor, observar todo el odio que se puede casi palpar entre la gente, observar las caras de desolación de absolutamente todas las personas con las que me cruzo, y esperar vagamente, y con mucha suerte, que el porvenir que nos espera sea mejor que los últimos cuarenta años.

No te diré mi nombre, no necesitas saberlo. No te diré dónde vivo, de dónde soy, no necesitas saberlo. Sólo espero que tus ojos se abran, que caigas en la  realidad en la que vivimos, pues no es otra que la que hoy te cuento. La vida, la vida así, no es vida.

                        Escrito por: Paula Mejías Rosa

domingo, 30 de enero de 2011

Radio Celeste

                                        EL PUERTO


Hace unos años pasé varios meses viviendo en un hostal de mala muerte situado en el centro de Edimburgo, un hostal juvenil al que llegué a llamar “hogar”  a pesar de sus inconvenientes, que no eran pocos.

Ya no vivo allí. Sin embargo, de vez en cuando me gusta pasar por su puerta, como si yendo a los sitios fuese posible viajar en el tiempo. Paso por allí, y aunque soy de los que se aferran al presente, admito sentir cierta morriña: me falta una guitarra, alguna lata de cerveza, algún que otro amigo…

Ya entonces, cuando yo formaba parte de su fauna humana, tenía cierta sensación de vivir en un puerto. Llegaban y partían personas procedentes de todos los rincones del planeta; incluso individuos de otros mundos, diría yo.

A todo se hacía uno, pero a veces ese ir y venir podía llegar a cansar un poco, sobre todo si llegabas a sentir cierto apego por algunas de esas personas. De este modo pasaba uno a convertirse en algo así como un coleccionista de despedidas.

Hace más de un año que no tengo aquí a ninguno de aquellos primeros compañeros, aquellos que nos apoyábamos mutuamente en nuestra condición de recién llegados, aunque sólo fuese yendo a tomar una cerveza para despejarnos; resultaban agotadoras aquellas primeras semanas en tierra extranjera.

Sin embargo, a pesar de los cambios y de no vivir en el hostal desde hace mucho ya, aún permanece en mí esa sensación de encontrarme en un puerto. Ya no veo marineros ir y venir constantemente portando banderas de mil países. Pero continúan las bienvenidas, les suceden sus correspondientes despedidas, y uno permanece aquí, viéndolos llegar, cumplir su misión, y partir para continuar dándole sentido a sus vidas.

Pero no sólo hablo de personas. Se lo comentaba a un amigo por carta hace unos meses: es también la ciudad. Aquella ciudad del primer año, a veces no me parece la misma. A pesar de los mismos edificios, las mismas calles, el paseo por el río, la línea 26 para ir a Portobello… A veces parecen pertenecientes a un universo paralelo, clónico, gemelo, exacto, pero que ya no es el mismo ni volverá a serlo nunca más. Y es que mi vida no es la misma, yo no soy el mismo…

He ahí el quid de la cuestión. No importan el donde ni el cuándo.  El puerto le acompaña a uno. Si algo aprendí de la Física y de sus primeras nociones de Relatividad, es que uno mismo es puerto y marinero a la vez.

Posiblemente algún día sea yo quien me marche de esta tierra, y serán otros los que se queden. Sin embargo, vaya donde vaya, ese tránsito de personas y universos paralelos deberá continuar para que la vida siga siendo vida y para que uno siga creciendo. Y amando.

Y es que jamás se despide uno de aquello que no ha amado alguna vez. Y de aquello que ha amado, uno jamás se despide del todo...

 Pedro Pérez Linero


Acto benéfico en La Salle

jueves, 27 de enero de 2011

miércoles, 26 de enero de 2011

Arcos, Cádiz, Sevilla

Me enamoro antes de las mujeres
que de las ciudades.
Es por eso Sevilla,
que solo me paseo por la orilla
que Cádiz me deja divisar
hacia tus torres majestades.

Me empapo en noches de la muerte bella
con largos pendientes de señora,
que al pisarlos resuenan todavía
las pieles doradas y secas
de su todavía joven pintora tabacalera.

Ya que Cádiz,
mujer del mar,
fue Sevilla,
con su naufragio de luces en el río,
la añoranza del tiempo de luz y agua.
Fue en Sevilla,
donde aprendí la pecata minuta del sentir llorar.

Las mujeres,
también tienen balcones donde se asoman,
y aunque el levante a veces se lleve sus ideas,
siguen apareciendo en su faz
la risa de una hembra.

Que no te engañen Arcos,
no viniste de la historia hasta mi tiempo
para ser foto de postal.
Levantate y anda,
como solo caminan las madres de los poetas
que te quieren.

Déjate de rezar, oir y rezar.

E.M.G

domingo, 23 de enero de 2011

Biblioburro

Con el burro cargado de libros, este maestro colombiano recorre los campos para acercar el conocimiento a aquellos niños que no tienen acceso a la lectura.

No os perdáis estos dos vídeos. En ellos, a través de la carencia, se nos da una verdadera lección sobre el valor de la Educación. Maravilloso.





sábado, 22 de enero de 2011

Rescatando al niño que hay dentro del soldado

Dibujos publicados en el libro «Yo no quería hacerlo. Los niños soldados de Sierra Leona se expresan a través del dibujo, de Fátima Miralles Sangro y José María Caballero Cáceres (Ediciones de la Universidad Pontificia de Comillas-Madrid)



Os dejo el enlace a un artículo publicado el pasado 22 de Diciembre en periodismohumano por Lydia Molina, y que trata sobre la reinserción de niños que han sido obligados ser soldados y formar parte de las guerrillas.

Advierto de la extrema dureza de algunas de las cosas que se relatan en dicho artículo. No obstante, esa dureza pertenece al mundo sobre el que decimos querer estar informados. Lo positvo es que se centra precisamente en el esfuerzo que se está haciendo para que esos niños puedan integrarse socialmente y recuperar su vida en la medida de lo posible, por lo que se trata de un artículo de esperanza.

Para terminar, me gustaría llamar la atención sobre los dos últimos párrafos que en él aparecen.

Agradecería vuestras reflexiones y comentarios al respecto, bien aquí o a través de la página de Plumabierta Espacio Digital en Facebook.

La lectura, lejos de ser un pasatiempo pasivo, puede suponer el primer paso que nos lleve a la reflexión, la responsabilidad social y a un mayor compromiso.



viernes, 21 de enero de 2011

Redes para la ciencia

Posiblemente a todo el mundo no le caiga bien Eduardo Punset. También se que tiene admiradores incondicionales. Para éstos últimos va la siguiente revista:


Antony and The Johnsons: "Hope There´s Someone" (2005)

Muy buenas:

Me gustaría compartir con vosotros un vídeo de la interpretación que Antony and the Johnsons hizo hace unos años en el programa de televisión Later With Jools Holland, uno de los programas musicales más importantes e influyentes desde hace años en Reino Unido. Destacar que en dicho programa todas las actuaciones son en directo.

El tema interpretado es "Hope There´s Someone", canción con la que se abre su segundo álbum de estudio "I Am A Bird Now" (2005).

No diré nada más. Os invito a que os dejéis llevar por este magnífico artista y a que os dejéis emocionar.

Saludos y que la Música os acompañe :-)

Pedrín



domingo, 16 de enero de 2011

Radio Celeste

                                      EL SISTEMA

Hace cosa de un mes saqué de la biblioteca una película documental de cuya existencia no tenía ni la más remota idea. La película en cuestión se titulaba “El Sistema” (2008), dirigida por Paul Smaczny y Maria Stodtmeier. Cual no fue mi sorpresa cuando descubrí la historia que en ella se narraba. Lo mejor es que no consistía en la sucesión de unos hechos ya pasados. El Sistema tuvo su comienzo hace tiempo, sí, pero aún está teniendo lugar. Crece. Y lo más importante de todo: es una historia cargada de futuro.

Tiene lugar en Venezuela, donde allá por el año 1975, el economista y músico José Antonio Abreu fundó la Acción Social Para la Música, que más tarde pasaría a llamarse Fundación del Estado para el Sistema Nacional de las Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela (FESNOJIV). Con un nombre tan largo, lo natural es que acabase siendo popularmente conocido como El Sistema.

¿Y en qué consiste?

Bien. Antes dije que se trataba de una historia cargada de futuro. Ahora sabrán por qué.

El Sistema consiste en una red de orquestas infantiles y juveniles, distribuidas por todo el país. Están integradas por niños y jóvenes procedentes de barrios donde la precariedad económica, el tráfico y consumo de drogas, así como la violencia y el crimen, están a la orden del día. Barrios en los que estos niños, por el simple hecho de proceder de allí, tienen garantizada la exclusión social, nacen con ella. Niños a los que les ha sido negado un futuro digno y que tienen todas las papeletas de darle continuidad al ambiente en el que están creciendo.

Tomando como modelo la orquesta sinfónica, estos niños no solo aprenden Música, sino que también aprenden el valor del trabajo en equipo, de la disciplina, del esfuerzo, de la convivencia. Aprenden a valorar la propia Educación, y desarrollan la sensibilidad.

Además, El Sistema también abarca programas especiales dirigidos a niños y jóvenes con dificultades de aprendizaje o con alguna discapacidad. Merece especial atención el Coro de Manos Blancas, integrado por niños sordos. Es emocionante ver cómo viven la música, cómo la sienten y cómo la expresan.

Actualmente El Sistema llega hasta unas 250.000 personas, y la ambición del proyecto le lleva a aspirar a muchas más. Cabe destacar el alto nivel musical de estas orquestas y de sus músicos, llegando algunos de ellos a hacer carrera internacional, como ha sido el caso del director de orquesta y compositor Gustavo Dudamel.

De vez en cuando es sano que le cuenten a uno historias como esta, que tanta derrota diaria en los medios de comunicación cansa. Se agradece que nos recuerden que hay personas que pueden ver más allá. Personas que, como en este caso, conciben la Música, no sólo en sí misma –la Música, de por sí, ya es bella- sino también como un medio maravilloso para embellecer nuestras vidas, para que seamos mejores personas, y para que tengamos la oportunidad de ayudar a otros a que también lo sean. ¿Por qué no?
 Pedro Pérez Linero

Podéis encontrar este artículo, acompañado del trailer de la película, pinchando AQUÍ

martes, 11 de enero de 2011

Concurso de poesía

El grupo cultural "PORTICVS" bajo el patrocinio del Excmo. Ayuntamiento de Villanueva de la Serena, convoca el XII premio "PORTICVS" de poesía. Consultad las bases en ésta página
O en Facebook en la página de PORTICVS

domingo, 9 de enero de 2011

Radio Celeste

                     SILENCIOS COMPARTIDOS


Anoche, al llegar al trabajo, recibí la noticia del modo más inesperado. Encontré en la cocina del restaurante una pequeña nota, un trozo de papel destinado a los cocineros, y que rezaba así: “Próximo Jueves, 10:45. Funeral de Agnes. Preparar bufé para 50 personas. Café y té”.

Jimmy y Agnes solían llegar al restaurante cada mañana, a eso de las 11, para tomar el desayuno. Aparcaban el coche en la puerta, y esperaban un rato antes de entrar, mientras ella se fumaba un cigarro, que dudo que fuera el primero del día. De avanzada edad, fumaba más que un carretero, y aunque tosía, parecía no importarle. Pasado este trámite inicial se disponían a salir del coche. Su marido salía primero para así prepararle el andador a su esposa.

Acto seguido, la pareja de ancianos pasaba pacientemente al interior, no sin que ella me dijera antes eso de “Morning, darling”. Y en ocasiones intercambiábamos algunas frases. Me agradaba mucho verlos por allí. Resultaban encantadores.

Una vez dentro del restaurante, se solían sentar en el mismo lugar, y les teníamos guardado en un armario el cojín que ella necesitaba para acondicionarse mejor. Se colocaba una mantita sobre las piernas, y como en casa.

Mientras tomaban el desayuno, me resultaba curioso ver como apenas hablaban entre sí. Siempre me llamó la atención: sentados uno enfrente del otro, él solía leer algún periódico y ella hacía otro tanto de lo mismo, o bien se entretenía en la sección de pasatiempos, bolígrafo en mano.

Presentada así la escena podría pensarse que les faltaba comunicación, que el amor, para ellos dos, quedó atrás, hace ya muchos años, y que solo la inercia del tiempo les mantenía aún juntos.

Sin embargo, a mí no me lo parecía así, no lo percibía de ese modo. Prefiero pensar que si apenas hablaban entre ellos era precisamente porque pasaban todo el tiempo juntos y ya se habían dicho todo lo que se tenían que decir, que se conocían ya demasiado bien. Y es que quizás el amor, para ellos dos, era eso: estar uno junto al otro, acompañarse mutuamente, compartir su tiempo, sus pequeñas rutinas, saber que el otro se encuentra ahí leyendo el periódico, y alegrarse, aunque no lo diga, de que sea así todos los días.

No, no podría decir que el amor quedara atrás, rezagado en alguna década pasada. No sé bien cómo explicarlo, pero el hecho de verlos allí cada mañana, el trato mutuo... Sí, eso, el trato, un trato silencioso, discreto, pero que estaba ahí, que se percibía. Todo era fluido entre ambos, muy natural. Hablo de algo que trasciende las palabras y que, quizás por eso, no sé cómo explicarlo.

Sólo puedo decir que nada más saber la noticia, en la primera persona que pensé fue en Jimmy. Me pregunté cómo serán sus desayunos a partir de ahora, si seguirá saliendo por las mañanas, o si en realidad sólo lo hacía por ella. Qué será de esas pequeñas rutinas, de esos silencios compartidos que no volverán a ser compartidos nunca más.

Pedro Pérez Linero



viernes, 7 de enero de 2011

La ortografía

Yo reconozco que soy un negado en ésto de la ortografía. Que tengo que revisar 20 veces un texto para medio dejarlo bien y que ni con el corrector de Word las tengo todas conmigo.
Para los que sean como yo o simplemente para curiosos, os recomiendo éste blog.

jueves, 6 de enero de 2011

Beso incoloro

La viste de pasada. Señora mayor, mucha cabeza y peinado típico de las mujeres de su edad (mucha laca y coplas frente al espejo). Resulta que te conoce porque tiene algún parentesco familiar con tu madre, no lo sabes bien porque tampoco te interesa demasiado. Cuando regresas a casa se lo comentas: he visto a fulanita...
Una tarde viene a casa, no se para qué, y te reconoce. Entonces antes de estamparte un beso succionador, cita la celebre frase: "¿Este es tu niño? ¡vamos, vamos, vamos chiquilla que grande y que guapo está ya!. Yo no se desde cuando no lo veo."
Entonces tu madre le cuenta que el otro día por la calle la reconociste.
Acto seguido ocurre lo que desde un principio temiste, un beso tatuador rojo carmín en el moflete que luego te tocas porque temes que se haya llevado un trozo de él.

Intentas huir del salón pero no puedes. Te hace un cuestionario que en ocasiones puede engatusar, pero que en realidad deseas que termine cuanto antes. Comenta que tiene una nieta de mi edad y que es muy guapa. Me enseña una foto. En realidad no es fea, pero no me gustaría llegar a odiar más a esa señora. Tampoco se merece tanto.

Un día te invitan a una boda. Es de un primo lejano tuyo en la que estas obligado a ir por la insistencia de tu madre.
Ya ni te acuerdas de aquella mujer pesada y la par entrañable, cuando de pronto te la encuentras de frente en la iglesia. Noooo!! Te quieres morir.

Muacc!! Muacc!! Tatuaje. Medio moflete insensibilizado.

Convite. No sabes que va a llegar un momento bochornoso, tienes la mosca detrás de la oreja, pero ahora estas con tus primos y te sientes bien, cómodo.

Aparece de nuevo. Esta vez acompañada con una cara que te resulta familiar. Resulta que es su nieta, aquella que te enseñó una tarde en una fotografía de carné.
Empieza a subirte la sangre a las orejas. Deseas morirte o que se mueran todos.
Sientes vergüenza propia y ajena.
Te la presenta, hablas un poco con ella y te largas. Ahh! se me olvidaba, te dibujó otro tatuaje.

En ocasiones como esta, deseo más que nunca a la mujer que con besos incoloros desate en mí vergüenza y odio, pero que lo remata con cariño y paz.

Aunque cuidado, van haciendo tatuajes en el corazón.

E.M.G

más en... http://amalgamadeversos.blogspot.com

domingo, 2 de enero de 2011

Radio Celeste


PEQUEÑO HERMANO

En un artículo de Miguel Mora y Lucía Magi, publicado en El País el pasado 21 de Diciembre, y que llevaba como título “El Gran Hermano al revés”, leí que lo sucedido con el escándalo de Wikileaks ha venido a ser la confirmación de que el Gran Hermano no sólo es algo en manos del poder, que vigila a los ciudadanos, sino que ahora somos los ciudadanos los que tenemos la oportunidad de tomarnos la revancha.


En realidad no es de Wikileaks de lo que me gustaría hablarles hoy. Lo que me apetece es exponer una idea que de vez en cuando me ronda la cabeza, y que ese artículo me ha devuelto nuevamente. Me refiero al juego de Gran Hermano en un ámbito que muchas personas honradas conocemos: el mundo laboral por cuenta ajena.

Quizás alguno piense que quiero hablar de cómo el jefe nos vigila a los que no somos jefes, independientemente de que ese jefe sea el dueño de la empresa o alguien a quien han contratado para que sea nuestro jefe mientras él, a su vez, es vigilado por otro jefe que será dueño o no, vayan ustedes a saber porque yo, con tanto jefe, me he hecho la picha un lío.
Pues no. De lo que quiero hablar es más divertido y gratificante, créanme; al menos para mí que, dado mi ridiculum vitae hasta la fecha, soy lo menos parecido a un jefe que se puedan imaginar.
Bien, ahí voy.

Nota informativa para jefes:

Los currantes -“subordinados”, como algunos osan llamarnos-, les vigilamos. Sí, les vigilamos. Vigilamos cómo nos vigilan. Conocemos todas sus rutinas, incluso sus aparentes variaciones, también sabemos calcularlas. Conocemos y distinguimos el sonido de sus coches cuando se aproximan, o el de sus llaves o sus tacones. Sabemos el verdadero motivo no confesado por el cual algún día se han ausentado. Sabemos incluso cómo son sus vidas fuera del trabajo; todas sus mierdas familiares, también las sabemos. No vayan a pensar que porque ponemos cara de pardillo, comulgamos con ese patético paternalismo del que hacen gala muchas veces o que no sabemos lo que están pensando. Lo sabemos. Lo que pasa es que la gente honrada tenemos nuestro propio código moral, y callamos; les dejamos hacer.
Lo crean o no, disponemos de nuestras propias redes de información. No necesitamos cámaras para vigilarles, esa mierda de juguetito se la dejamos a ustedes. Nosotros somos mucho más sofisticados.

No obstante, no teman si pertenecen a esa minoría de jefes que son justos con los empleados: Nuestro grado de vigilancia y control sobre ustedes es inversamente proporcional a la justicia del trato hacia nosotros.

En resumidas cuentas, y para concluir:
El Pequeño Hermano les vigila, y no hay nada, absolutamente nada, que puedan hacer para evitarlo. Siglos de experiencia nos avalan.

Pedro Pérez Linero