domingo, 6 de febrero de 2011

Radio Celeste

                                   ¿EL CAFÉ? EN VASO


La Poesía hace acto de presencia cada mañana de manos del café, de su aroma somnoliento impregnando cada rincón del hogar. Y es a eso a lo que huele, a hogar, a ese hogar materno que nos acompaña desde la infancia.

No importa que el día haya comenzado con esa otra Poesía del norte, la de esta lluvia medio etérea y casi imperceptible que a menudo inunda los campos de Escocia. El aroma del café recién hecho me transporta a un laberinto de cuestas empinadas, de callejuelas blancas y estrechas que siempre han sido y serán el punto de partida de todas mis partidas. Me refiero, claro está, al pueblo.

Pienso todo esto y, de pronto, el sonido de esta cafetera diminuta que adquirí hace unos meses como quien compra una porción de tierra, me lleva a otra escena, a otro café.

Y ahí lo veo puesto delante de mí: un café en vaso. Por supuesto, me encuentro en la barra de un bar. Un café en vaso para empezar el día. Un café en vaso antes de dar comienzo a la jornada.

El café en vaso es un diálogo entre currantes: café de currantes -con trabajo o sin él-, y servido por currantes. Aquí ya no hay más Poesía que la que nunca he sido capaz de escribir hasta ahora, y que ojalá pudiera.

Hablo de una Poesía que se aparte un poco de ese YO egocéntrico y que preste más atención al NOSOTROS.

Hay Poesía en el sudor, en la sangre, en el día a día, en el cansancio de unas manos encallecidas para enriquecer a terceras personas. Hay Poesía en la lucha, en la dignidad de la clase obrera.

Se ha perdido esa conciencia colectiva, del nosotros, que ha sido sustituida por un mediocre sumatorio de yoes que para lo único que sirve es para perpetuar el status quo. Y es que jamás pensé que ser español me iba a producir tanta vergüenza como la que estoy experimentando últimamente.

Me avergüenza ser ciudadano de un país donde se ha llegado a agachar tanto la cabeza; donde, con la excusa de la crisis, se están recortando derechos sociales a los de siempre, a los más desfavorecidos, a los que nos dejamos la piel para poder tirar hacia delante. Me avergüenza tanta calma, tanto silencio, tanta resignación…

Como diría un gran amigo mío, corren malos tiempos para la lírica. Por eso me gustaría empezar con un café: un café en vaso, por supuesto. Un vaso que, lejos ya de la virginidad de su transparencia inicial, se nos muestra translúcido, cansado; pero que permanece ahí, que persevera. Un café en vaso que, de un modo silencioso y subyacente, nos está dando una lección de dignidad.

Dignidad que a fecha de hoy considero perdida, a no ser que de una vez por todas nos decidamos a tomar las calles. Calles que, no lo olvidemos, nunca han dejado de ser nuestras.

Pedro Pérez Linero

No hay comentarios:

Publicar un comentario