martes, 14 de diciembre de 2010

Fuimos barro

Fuimos barro,
los pasos se volvieron lentos,
el beso espeso de la calle,
devolvió el ánimo lascivo de ojos obsesos,
cuando el dedo miserable prendió tu talle.

Mi propio vino pudo,
calar hasta mis huesos y ponerlos en parto,
y en un frío rudo
acaloró mi corazón de infarto.

Anduve por la guerra que mostrabas en tu mirada,
candela de espino, cierto y doloroso,
no había huerfano más hermoso,
que el que desde tu balcón veía,
no cabía en tierra amanecer más bello y oscuro.

El bélico metrónomo de nuestros pechos,
vibraba en asombrosos bailes de caderas,
mis manos deslizaban por laderas,
y guerra y conflicto entre dos sexos.

Fuimos barro,
quisimos ser arte,
creación y estandarte,
bandera de paz.
Sudor y amor
serían historia aparte.

Me fuiste mostrando como querías,
palmo a palmo, lanzada a lanzada,
como una diosa abrazada,
la puesta de sol de una mujer de entrañas partidas.

Pudimos, te comenté,
ser sonido enterno en gemido.
Eternamente niño herido,
atormentado tempranamente
por el hombre que en lejanía podía ver.

Aún recuerdas cuando fuimos fluido,
éramos la espesura de un tiempo,
nos fuimos moldeando,
yo a tí, como me dibujaste en la retina,
y tu a mí como te fuí plasmando en los besos
que quedaron en la almohada.

El mismo camino que llevó a los cuerpos
al pecaminoso camino
de no andar sino reptar hasta el alivio,
salpicó de polvo el barro todavía fresco,
el que todavía no era punto y final.

Un guiño de sol coció,
la piel de hombre,
el sueño de hembra,
y el regazo del deseo,
donde los animales tristes y gozosos,
en brazos de madre
quedamos dormidos sobre camas al cielo de hiedra.

Ezequiel Merino Guerrero

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