domingo, 26 de diciembre de 2010

Radio Celeste

VIVIR DE LA COMPOSICIÓN MUSICAL



Respecto a todo lo que está lloviendo en relación a la Ley Sinde, habría mucho que decir. Se trata de un tema complejo en el que hay que tener en cuenta múltiples factores, y es por eso que no lo voy a tratar por ahora, o al menos no en su conjunto. No obstante, sí me gustaría exponeros una pequeña idea, muy burda, - incluso ingenua, diría yo- a la que le he dado un par de vueltas estos días; una idea inspirada por las declaraciones de algunos creadores famosos -me centraré en los músicos- que insisten en que ellos viven de esto -de sus creaciones, se entiende- y que todo se les va a pique.

Bien, ahí voy. Hay algo que me cuesta comprender. ¿Por qué un creador se beneficia económicamente de su obra incluso décadas después de muerto? Si lo que reivindican es poder vivir de su creación, me parece muy bien, estoy de acuerdo, pero que vivan de su trabajo como todo el mundo, es decir, por tiempo limitado y teniendo que dedicarse a lo suyo constantemente para poder llegar a fin de mes. Un carpintero, por ejemplo, tiene que hacer muebles durante toda su vida laboral si quiere mantenerse a flote, y no vive de su primera silla el resto de sus días. Vale que la actividad creativa posee ciertas peculiaridades que la hacen diferente a otras. Pero si reivindican que quieren vivir de su actividad como creadores, fijemos unas pautas que les hagan ser como todos los currantes.

¿Adónde quiero llegar? En mi opinión –insisto en que aún no he reflexionado suficientemente sobre ello-, el beneficio económico que una obra le reporte a un autor acogido a copyright debería tener un límite en tiempo e ingresos, sin que llegara nunca a percibir más de la cantidad necesaria para vivir dignamente, como debería suceder con cualquier trabajador. Superado ese plazo y teniendo en cuenta ese límite en los ingresos, el autor sólo conservaría los derechos morales sobre su obra, como puedan ser el reconocimiento de su autoría -algo como el copyleft-.

¿Qué pasaría, entonces, con los excedentes, con todas las ganancias que esa obra pudiera producir a partir de esa cantidad? Irían a un fondo común para cubrir el déficit de aquellos otros creadores que, trabajando lo mismo, no han tenido tanta suerte y no llegan a fin de mes. Entre todos ellos se pagarían el sueldo solidariamente. También se podrían emplear esos excedentes en, precisamente, apoyar a esos músicos que no disponen de tantos recursos, para que puedan desarrollar libremente su carrera artística. De este modo, los músicos menos favorecidos, que por lo general viven de otra cosa para poder tirar y no pueden dedicarse plenamente a su creatividad, podrían dejar ese currelo alienador y centrarse en su carrera como artista.

De lo que estoy hablando, señores, es de solidaridad, del codo con codo y la igualdad de condiciones entre todos los del gremio. Pero claro, ¿qué ocurre? Ocurre que en un sistema capitalista lo que prima es la competencia, y no la solidaridad, lo cual no me extrañaría que llegara a ser considerado más ilegal que la propia piratería.

Pedro Pérez Linero

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