He perdido la cuenta de las veces que he escuchado hablar sobre la inminente desaparición de la industria musical. Dos telediarios y se acabó.
Para empezar me gustaría puntualizar que industria musical no equivale a industria discográfica, no todo se reduce a vender discos. También forman parte de esta industria, por ejemplo, los conciertos, y es que resulta que durante los últimos años la asistencia a estos ha aumentado. ¿Y cómo se explica eso? A algunos les incomodaría admitirlo, pero parece ser que la clave reside, precisamente, en las descargas ilegales. Gracias a ellas hoy día se escucha más música que nunca. Esto, a su vez, propicia que un artista pueda tener seguidores por toda la geografía sin haber vendido demasiadas copias de su álbum. La regla de tres es sencilla: Cuantos más seguidores, más espectadores.
Si nos centramos solo en la industria discográfica, nada indica, desde mi punto de vista, que esta vaya a desaparecer precisamente ahora. Más bien me atrevería a afirmar lo contrario. La tecnología se ha abaratado bastante, y cada vez son más las bandas que optan por grabar un disco y promocionarlo con sus propios medios sin depender necesariamente de un sello discográfico. Estos nuevos artistas de la era de Internet quizás no aspiren a ser grandes estrellas, pero a muchos les compensa: tienen disco, salen de gira, son dueños y señores de sus composiciones, y lo más importante: tienen libertad absoluta.
La industria musical no está desapareciendo, se está redefiniendo; eso sí, beneficiando a unos y perjudicando a otros. Pero desaparecer, lo que se dice desaparecer… A otro con ese cuento.
Pedro Pérez Linero
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