domingo, 9 de enero de 2011

Radio Celeste

                     SILENCIOS COMPARTIDOS


Anoche, al llegar al trabajo, recibí la noticia del modo más inesperado. Encontré en la cocina del restaurante una pequeña nota, un trozo de papel destinado a los cocineros, y que rezaba así: “Próximo Jueves, 10:45. Funeral de Agnes. Preparar bufé para 50 personas. Café y té”.

Jimmy y Agnes solían llegar al restaurante cada mañana, a eso de las 11, para tomar el desayuno. Aparcaban el coche en la puerta, y esperaban un rato antes de entrar, mientras ella se fumaba un cigarro, que dudo que fuera el primero del día. De avanzada edad, fumaba más que un carretero, y aunque tosía, parecía no importarle. Pasado este trámite inicial se disponían a salir del coche. Su marido salía primero para así prepararle el andador a su esposa.

Acto seguido, la pareja de ancianos pasaba pacientemente al interior, no sin que ella me dijera antes eso de “Morning, darling”. Y en ocasiones intercambiábamos algunas frases. Me agradaba mucho verlos por allí. Resultaban encantadores.

Una vez dentro del restaurante, se solían sentar en el mismo lugar, y les teníamos guardado en un armario el cojín que ella necesitaba para acondicionarse mejor. Se colocaba una mantita sobre las piernas, y como en casa.

Mientras tomaban el desayuno, me resultaba curioso ver como apenas hablaban entre sí. Siempre me llamó la atención: sentados uno enfrente del otro, él solía leer algún periódico y ella hacía otro tanto de lo mismo, o bien se entretenía en la sección de pasatiempos, bolígrafo en mano.

Presentada así la escena podría pensarse que les faltaba comunicación, que el amor, para ellos dos, quedó atrás, hace ya muchos años, y que solo la inercia del tiempo les mantenía aún juntos.

Sin embargo, a mí no me lo parecía así, no lo percibía de ese modo. Prefiero pensar que si apenas hablaban entre ellos era precisamente porque pasaban todo el tiempo juntos y ya se habían dicho todo lo que se tenían que decir, que se conocían ya demasiado bien. Y es que quizás el amor, para ellos dos, era eso: estar uno junto al otro, acompañarse mutuamente, compartir su tiempo, sus pequeñas rutinas, saber que el otro se encuentra ahí leyendo el periódico, y alegrarse, aunque no lo diga, de que sea así todos los días.

No, no podría decir que el amor quedara atrás, rezagado en alguna década pasada. No sé bien cómo explicarlo, pero el hecho de verlos allí cada mañana, el trato mutuo... Sí, eso, el trato, un trato silencioso, discreto, pero que estaba ahí, que se percibía. Todo era fluido entre ambos, muy natural. Hablo de algo que trasciende las palabras y que, quizás por eso, no sé cómo explicarlo.

Sólo puedo decir que nada más saber la noticia, en la primera persona que pensé fue en Jimmy. Me pregunté cómo serán sus desayunos a partir de ahora, si seguirá saliendo por las mañanas, o si en realidad sólo lo hacía por ella. Qué será de esas pequeñas rutinas, de esos silencios compartidos que no volverán a ser compartidos nunca más.

Pedro Pérez Linero



2 comentarios:

  1. Se suele decir que "si lo que tienes que decir no es más bonito que el silencio, no lo digas"
    Ahora sí que va a haber un autentico silencio. Lo de antes era comunicación corporal fluida y cultivada durante años de estar juntos.
    Lo siento por Jimmy

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  2. Así es.. un silencio que habla, una necesidad de no decir nada, un silencio cómodo, que comunica como la más hermosa de las palabras.. !

    Un beso primo... Susana

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